Conozco muchas personas que, lamentablemente,
han cambiado la filosofía que antes he descrito por una actitud pasota en sus
funciones, en sus obligaciones pero no en su derecho al cobro mensual del
salario establecido. Personas que acuden a su puesto de trabajo para cubrir un
expediente que justifique a final de mes el cobro del sueldo. También es cierto
que en esa misma actitud hacia sus responsabilidades llevan la penitencia: cada
día en los prolegómenos de su asistencia al puesto de trabajo sienten el
apretón en las tripas como cuando un niño pequeño va al colegio sin saberse la
lección y es consciente de que no se la ha preparado convenientemente. Sienten miedo de su
propia incapacidad profesional. Son unos pobres hombres, unos pobres de
espíritu que, normalmente, manifiestan también en todas las facetas de su vida
particular con familia, amigos y demás.
Volviendo a la actitud positiva
que ha de transmitir seguridad, confianza y convencimiento a jefes, compañeros
y subordinados han de producirse ciertos condicionantes. Creo que, básicamente,
lo primero es trabajar y hacer siempre aquello que te gusta y te llena como
profesional. En la actualidad esto no siempre es del todo posible pero,
precisamente, es cuando hay que desarrollar la inteligencia para hacer que lo
que hagamos se convierta en aquello que más nos guste y nos llene, tomándolo en
sí mismo como una prueba más. Acercar los conceptos sin tener que dar la vuelta
a la tortilla totalmente, sin perder nuestras señas de identidad más
relevantes.
Como segunda idea diría que, una
vez asumida la anterior, nos mostremos y nos dibujemos un objetivo claro,
realista y el camino a seguir cubriendo etapas en el tiempo. Esto es
imprescindible hacerlo con total sinceridad con nosotros mismos y hacerlo de
tal manera que no suponga nunca, nunca, una frustración no alcanzarlo en su
totalidad. El placer ha de estar en conseguir la etapa inmediata aunque esta
pueda ser, simplemente reafirmarnos en lo conseguido. Hay que cuidar siempre
mucho nuestra propia autoestima para evitar decaimientos y derrotas que las
circunstancias nos van a producir inevitablemente en algún momento.
La tercera es, simplemente,
interés por el trabajo, no transmitir problemas sin opciones de solución, tener
criterio profesional, confianza y seguridad en uno mismo cuidando la formación
adecuada sobre tus responsabilidades.
Supongo que tiene que ser un suplicio acudir
cada día al puesto de trabajo como las reses son conducidas al matadero. Esta
actitud negativa para con uno mismo, por mucho que se quiera volcar sobre la
empresa, jefes o compañeros es también caldo de cultivo para las bajas
laborales, baja rentabilidad, faltas y ausencias al trabajo, males exagerados,
etc. etc.
Vale la pena ser positivo, créanme.
Es triste pero yo tambien conozco gente como la que describes. Curiosamente son los más reivindicativos y cizañeros. Una lacra para las empresas que los mantienen.
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