martes, 10 de julio de 2012

LA ACTITUD PROFESIONAL

Al cabo de muchos años trabajando por cuenta ajena, hasta llegar a la jubilación natural con los 65 cumplidos, muchas veces he pretendido analizar cómo se puede recorrer tan largo camino con un total convencimiento y satisfacción del deber cumplido día a día, semana a semana y así hasta el final de los años que completan la vida laboral de una persona; cómo puede alimentarse correctamente la propia autoestima para imprimir diariamente ilusión, imaginación y alegría en el quehacer responsable.

Conozco muchas personas que, lamentablemente, han cambiado la filosofía que antes he descrito por una actitud pasota en sus funciones, en sus obligaciones pero no en su derecho al cobro mensual del salario establecido. Personas que acuden a su puesto de trabajo para cubrir un expediente que justifique a final de mes el cobro del sueldo. También es cierto que en esa misma actitud hacia sus responsabilidades llevan la penitencia: cada día en los prolegómenos de su asistencia al puesto de trabajo sienten el apretón en las tripas como cuando un niño pequeño va al colegio sin saberse la lección y es consciente de que no se la ha preparado convenientemente. Sienten miedo de su propia incapacidad profesional. Son unos pobres hombres, unos pobres de espíritu que, normalmente, manifiestan también en todas las facetas de su vida particular con familia, amigos y demás.
Volviendo a la actitud positiva que ha de transmitir seguridad, confianza y convencimiento a jefes, compañeros y subordinados han de producirse ciertos condicionantes. Creo que, básicamente, lo primero es trabajar y hacer siempre aquello que te gusta y te llena como profesional. En la actualidad esto no siempre es del todo posible pero, precisamente, es cuando hay que desarrollar la inteligencia para hacer que lo que hagamos se convierta en aquello que más nos guste y nos llene, tomándolo en sí mismo como una prueba más. Acercar los conceptos sin tener que dar la vuelta a la tortilla totalmente, sin perder nuestras señas de identidad más relevantes.
Como segunda idea diría que, una vez asumida la anterior, nos mostremos y nos dibujemos un objetivo claro, realista y el camino a seguir cubriendo etapas en el tiempo. Esto es imprescindible hacerlo con total sinceridad con nosotros mismos y hacerlo de tal manera que no suponga nunca, nunca, una frustración no alcanzarlo en su totalidad. El placer ha de estar en conseguir la etapa inmediata aunque esta pueda ser, simplemente reafirmarnos en lo conseguido. Hay que cuidar siempre mucho nuestra propia autoestima para evitar decaimientos y derrotas que las circunstancias nos van a producir inevitablemente en algún momento.
La tercera es, simplemente, interés por el trabajo, no transmitir problemas sin opciones de solución, tener criterio profesional, confianza y seguridad en uno mismo cuidando la formación adecuada sobre tus responsabilidades.
Supongo que tiene que ser un suplicio acudir cada día al puesto de trabajo como las reses son conducidas al matadero. Esta actitud negativa para con uno mismo, por mucho que se quiera volcar sobre la empresa, jefes o compañeros es también caldo de cultivo para las bajas laborales, baja rentabilidad, faltas y ausencias al trabajo, males exagerados, etc. etc.
Vale la pena ser positivo, créanme.

1 comentario:

  1. Es triste pero yo tambien conozco gente como la que describes. Curiosamente son los más reivindicativos y cizañeros. Una lacra para las empresas que los mantienen.

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