La excarcelación del terrorista,
secuestrador y asesino Bolinaga ha desencadenado la polémica política y social
más fuerte de los últimos tiempos. La controversia en los dictámenes forenses,
tanto del hospital en que se encuentra como el de la fiscalía ha avivado y
hasta qué punto la atención mediática a este asunto.
Ha habido opiniones a favor y en
contra y, curiosamente, ambas amparadas en la legalidad. Los propios jueces han
actuado a favor de ambas decisiones reforzándolas, el juez Pedraz el 17 de
agosto prohíbe la marcha a favor de Bolinaga por considerarla delito de
enaltecimiento del terrorismo y la pasada semana el juez Bermúdez la autoriza
por no ser contraria a nuestro ordenamiento constitucional y legal.
A nivel de calle la conclusión a
la que se puede llegar es que Bolinaga puede delinquir cuando quiera porque,
con la misma medida y consideración de enfermedad terminal, siempre será
liberado. Esto podría aplicarse a todo tipo de delincuencia, de mayor y menor
grado. Es de risa que su excarcelación se condicione a que deberá alejarse de
las víctimas y no podrá participar en actos de enaltecimiento de la banda ¿qué
le van a hacer si lo incumple? ¿juzgarlo, condenarlo y excarcelarlo?
Prisiones libera a una media de
330 presos al año, dicen, por esta circunstancia, concediendo el tercer grado
por enfermedad terminal. Parece que se lleva a cabo cuando la terminalidad es prácticamente
inmediata además de la escasa peligrosidad y dificultad para delinquir de los
beneficiados. No es este el caso de Bolinaga.
Parece claro que tan legal es
soltarlo como retenerlo en prisión hasta la inmediatez de su muerte. Por tanto
la decisión pasa a ser política.
Entre todas las promesas del PP
en la última campaña, esta es la menos afectada por la crisis y el estado de
las cuentas nacionales y autonómicas que conociéndolas o no al final imponen su
propia ley, la de los mercados y donde no hay dinero es que no lo hay. La
promesa de persecución y acoso al terrorismo así como ninguna medida de gracia
ni de acercamiento al diálogo con la banda ha supuesto un peso importante en la
credibilidad del PP. Tomando ahora esta decisión se cargan de un plumazo toda esa
credibilidad y esperanza.
¿Qué circunstancias les exigen
este vuelco en su política, en sus promesas? Detrás de todo esto puede estar, fácilmente,
el panorama de escaños necesarios en El País Vasco para gobernar en las
próximas elecciones de octubre. El PNV puede pretender alcanzar la mayoría
suficiente en un pacto con el PP, para dejar fuera a la izquierda abertzale y
ambos se preparan con medidas que no rompan ese “passing shot” que siempre ha
mantenido el PNV con los temas de terrorismo.
Si es así, el PP se equivoca.
Todo lo que pierde no lo compensa tratando de influir en lo que los vascos
quieran votar, al fin y al cabo dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se
merece.