En nuestra vida social y
profesional, nos encontramos con una gran variedad de personalidades, algunas
personas se destacan por su amabilidad, humildad y respeto hacia los demás,
pero también existen aquellas otras cuyo comportamiento puede ser tóxico y perjudicial
para el entorno en el que se desenvuelven, familiares, amigos y compañeros. Vamos
a centrarnos en estas últimas, es decir, en aquellas que pueden alterarnos de
una u otra manera, explorando cómo sus actitudes y acciones pueden afectarnos
negativamente tanto la vida personal como profesional.
Las personas fatuas tienen una
opinión exagerada de sí mismas, creyendo que son superiores a los demás y
menospreciando los logros y las habilidades de los demás. Este comportamiento
arrogante puede generar un ambiente hostil y desmotivador en el entorno social
o de trabajo, afectando negativamente la productividad y el trabajo en equipo.
Además – ellos no lo saben - la fatuidad puede obstaculizar su propio crecimiento
personal y profesional, ya que impide el reconocimiento de las propias
debilidades y la búsqueda de mejoras. Por supuesto también pueden con su
conducta cercenar u obstaculizar los progresos de otros componentes del equipo
por diversas circunstancias, juventud, inexperiencia o falta de ganas de
enfrentamientos y gasto innecesario de energías. Son la clara representación de
la “marisabidilla”: Mujer que presume de que lo sabe todo o es muy lista sin
serlo. Vamos, lo que viene siendo un perfecto cretino.
Las trepas son aquellas que están
dispuestas a hacer cualquier cosa, incluso pisotear a otros, para lograr sus
objetivos personales o profesionales. Estas personas suelen utilizar tácticas
manipuladoras y poco éticas para avanzar en sus carreras o intentar destacar,
lo que puede socavar la confianza y la colaboración en el entorno laboral.
Además, su enfoque en el beneficio propio a menudo resulta en el descuido de
los intereses y necesidades de los demás.
Las personas soberbias son aquellas que se sienten superiores y
dominantes frente a los demás. Su actitud de superioridad y su necesidad de
control pueden llevar a comportamientos avasalladores, donde imponen su
voluntad y menosprecian las opiniones y contribuciones de los demás. Esto crea
un ambiente opresivo y tóxico, donde la creatividad, la colaboración y la
innovación se ven obstaculizadas.
Las personas atrevidas son aquellas que se caracterizan por cruzar
los límites de la decencia y la cortesía en sus comentarios y acciones. Su
falta de consideración por los sentimientos y perspectivas de los demás puede
generar tensiones y conflictos innecesarios en las relaciones sociales y
laborales. Sus comentarios imprudentes y ofensivos pueden herir a las personas,
dañar la reputación y causar un clima de tensión y desconfianza.
Todas estas características y a
veces alguna más, vienen a determinar el perfil de una persona tóxica. Por su
soberbia son capaces de entrar (no incorporarse) en un grupo y, aún reconociendo
que desconocen el funcionamiento del equipo existente, proponen asuntos y
protocolos sobre cualquier actividad como si se estuviera descubriendo América.
Total falta de respeto y prudencia. Suelen ahorcarse con su propia soga.