
Que la huelga es un derecho
reconocido en La Constitución nadie lo niega, pero su uso y su manipulación,
normalmente, se aleja del espíritu que la identifica y hasta la dignifica.
La gran mayoría de huelgas
generales que se han producido en democracia han tenido tintes totalmente
políticos y muy poca motivación laboral. Tanto es así que solo hay que repasar
qué se hizo durante los años que se gestaron los 3 millones de parados que
pasaron a engrosar las listas del paro, alcanzando los 5 millones. ¿Cuántos
millones de euros regaron los sindicatos?
La huelga, como herramienta que es
para poner de manifiesto una protesta, ha de ser utilizada con sumo cuidado y
precaución para que su uso no produzca más daños de aquellos que se pretenden
solucionar. No concibo que una ama de casa tradicional se ponga en huelga de no
cocinar ni dar de comer a los componentes de una familia porque el padre que
trae los ingresos a la casa no lo hace en suficiente cantidad.
Dada la situación del País, en
estos momentos verdaderamente delicados, lo que menos falta hace es promover
movilizaciones de las masas –cosa por otra parte de lo más sencillo- justificando
piquetes que informan con la “razón” de la agresión y la silicona, convocando
colectivos sociales como el de los indignados que buena muestra han dado ya de
algaradas y otros desmanes. España no está para protestar por el trabajo
dejando de trabajar. ¿Por qué no lo hacen al revés? trabajemos 1 hora más
durante una semana, por ejemplo.
La aportación negativa, la foto
negativa, de España que situaciones como esta transmiten al mundo son
equiparables a las manifestaciones independentistas de otros politiquillos.
Precisamente todos ellos, sindicatos y partidos, que tanto valoran salir en la “foto”.
Pobre gente. Al final solo nos queda que pensar que la pela es la pela para
unos y para otros. Los sindicatos con sus mermas en el dinero fácil que hasta
ahora recibían y algunos políticos con la bajada, también, en la percepción de
fondos para mantenerse en el poder ere que ere, no saben más que recurrir a
este tipo de movilizaciones fáciles creando un imaginario enemigo común.
Otra cosa son las manifestaciones
puntuales de algunos sectores que se sienten efectivamente perjudicados en los
efectos de rebajas por ajustes. Estas son perfectamente respetables y quizás,
hasta debieran resultar más escuchadas.
El
derecho a holgar, como todos los derechos, tiene sus límites; unos de carácter legal,
otros sociales y económicos pero también
de carácter ético y responsable. Que cada uno medite y valore de forma
inteligente y no borreguil las consecuencias de sus actos. Menos holgar y más
construir. Menos pancarta y más lectura.