Ella era mi amiga, es y siempre será mi amiga.
La he conocido en el 77, ¡¡solo han pasado 37 años!! desde aquellos días de
mi llegada a Granada en los que tuve la gran suerte de formar equipo de trabajo
con ella. Desde el primer momento asumió y se involucró en los objetivos
profesionales para los que me habían contratado. A lo largo de los años
compartimos muchos buenos momentos y algunos no tan buenos en el devenir de la
empresa, pero siempre a base de muchas, muchas horas de trabajo con un balance
mayoritariamente positivo.
Cuando opta por asumir otras responsabilidades dentro de la organización ya
se habían afianzado unos grandes lazos de amistad entre nosotros y así ha
seguido siendo incluso después de que la enfermedad la alejara del terreno de
juego profesional. Hasta el último día ella era mi amiga, es y siempre será mi
amiga.
Conseguía transmitir, hasta niveles insospechados, la importancia de la
vida, de disfrutar de lo que tenemos y que la misma vida nos ofrece en cada
momento. Sus ganas de luchar y vivir eran tan grandes que la llevaron a
apuntarse en los cursos más insospechados y variopintos de la universidad para
mayores, efectuar cruceros con las amigas, realizar cualquier viaje que se le
proponía por cualquier motivo.
Su alegría de vivir superaba todos los males que se presentaran, su
necesidad de disfrutar la vida hacía que los dolores, que tumbarían a
cualquiera, solo supusieran para ella una cierta incomodidad.
Si bien en el
trabajo era de convicciones estrictas y tan exigente con los demás como con
ella misma, en su vida particular tenía un carácter conciliador extremo,
actuando de moderadora en cualquier discusión que pudiera surgir.
Su alta autoestima
era motivo, de alguna manera, de la lucha diaria con el dolor y la enfermedad.
Su aspecto exterior tenía que estar siempre en estado de revista. Tenía que
poder como el que más.
No he conocido
a nadie tan valiente como ella. Al cabo de tantos y tantos años, de tantas y
tantas operaciones que le trasteaban en su interior, su afán de vivir y
disfrutar era tal que solo cabe mencionar además de los cruceros, viajes y
universidad su placer por conducir, ir al gimnasio, a la piscina, promover
reuniones, comidas y cenas con sus amigos, ir de compras. Cobrar en el banco en billetes
pequeños. Disfrutar comiendo y bebiendo con un estilo propio en sus maneras.
Positivamente chuminosa.
Siempre
dispuesta para ser la primera. En los juegos se devanaba los sesos para ganar.
En las reuniones, cumples, santos y otros, participaba siempre en la compra de
regalos, organizaba, recogía, con una disposición envidiable.
Nunca se
quejaba y si la conversación tomaba cauces en los que afloraban los
sentimientos sobre la enfermedad, era ella la que acababa dándonos ánimos a los
demás. Increíble.
Se ha ido pero
no se ha ido. Es como si hubiera iniciado un crucero a los que tanto gusto les
había cogido. Ahora no se por donde andará pero estoy seguro que allí donde
esté estará haciendo feliz a los que le rodean con sus iniciativas, con su
empuje, con sus enormes ganas de organizar eventos y reuniones entre amigos.
Me han dicho que
Julia espera que la llame por teléfono para contarle cómo es el cielo. Ella
seguro que lo sabe, se lo ha ganado a pulso.
Era querida por
todos, su agrado y manera de ser hacía que se mantuvieran las relaciones con todo el
que la conocía. Alguien dijo, en las últimas jornadas acompañándola, que había
conseguido lo impensable, reunir a tantos "puleveros" de varias generaciones. Yo
alcanzo a contar a 68 con presencia física, más todos los amigos y familiares.
Se ha ido pero no se ha ido. Siempre va a estar en nuestros corazones. Era mi amiga, es y siempre será
mi amiga, EUGENIA.
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