Que la sociedad
española (y otras muchas) está desquiciada y crispada por motivo, sobretodo, de
la crisis que nos domina es bien sabido. Lamentablemente, nos han llevado o nos
hemos dejado llevar a un punto en que se hace imposible mantener una
conversación tranquila y templada sobre temas de actualidad, con nuestros amigos,
compañeros o familiares.
Una buena
prueba de lo que quiero referir la tenemos en los vídeos, viñetas, chistes,
historias y comentarios que corren por los correos electrónicos. Antes se trataba de historias originales,
algunas muy buenas, chistes verdaderamente ocurrentes y lugares de ensueño con
proyectos magníficos pero en la actualidad todo gira alrededor de la dichosa
crisis, políticos malvados (unos y otros dependiendo de las tendencias de cada
uno, sin ninguna objetividad), historias sobre familias y sagas que han de
ser defenestradas, antiguos sucesos de hace muchos años etc. etc. El cambio es
notable.
Es difícil
encontrar un coloquio, una sobremesa, una conversación entre amigos en la que
no acabe manifestándose la crispación existente para con los políticos y con la
situación política? económica? laboral? que nos ha invadido y que todos
sufrimos con mayor o menor crudeza.
Cualquier
excusa es válida para empezar criticando situaciones determinadas y concretas
y terminar despotricando y generalizando todas las maldades, ineptitudes y
corrupciones con imputación directa a todo personaje o personajillo público
pasado, actual y hasta alguno futuro.
Todo
participante en estas "charlas" está en posesión de la verdad y en
conocimiento de los hechos hasta su último detalle y hasta se alardea de conocer
los pensamientos, ideas e intenciones de los malvados de turno.
Son de destacar
las soluciones que, fruto de la crispación, se apuntan como panacea y mejor
redención de las perversidades cometidas. Cómo debería reconducirse una situación que
realmente es caótica. Las tertulias se han convertido en una carrera sin fin de
disparates a cada cual mayor y que son planteados como grandes descubrimientos
de la originalidad propia.
La verdad es
que cada una de las soluciones que se apuntan nos acerca más a las actuaciones
prepotentes, unilaterales, fascistas y, por supuesto, tan ilegales como las de
los que queremos condenar a los infiernos.
Una lástima de sociedad.