Hay personas que aún siendo
calificadas como buenas, tienen unos comportamientos que puntualmente hacen
dudar de tal bondad y pasan a ser dañinas para su familia, entorno de amigos y
compañeros e incluso para la sociedad en general. Todos tenemos virtudes (que
nadie lo dude) pero también todos tenemos defectos o malas costumbres. Quizás
la balanza entre ambos define el nivel de buena o mala persona en cada uno de
nosotros. Una buena amiga me regaló hace algún tiempo un cartel con el slogan “Nadie
es perfecto, pero ¿quién quiere ser Nadie?, la verdad es que sería un
aburrimiento.
La envidia, la frustración, la
cobardía, los celos y otros sentimientos similares pueden provocar actitudes
revanchistas que cuando se manifiestan hacia los presuntos culpables, catalogan
a las personas negativamente. Pero son reacciones muy humanas que no siempre, y
por diferentes motivos, pueden controlarse. Como el miedo y hasta la risa. Por
lo tanto, de alguna manera, la persona aunque no nos guste, actúa, se
manifiesta y se da a conocer. Está en nuestra decisión valorar y soportar o no
la maldad existente.
Pero creo que el peor de los
defectos es el resentimiento. La persona resentida por algo o contra alguien,
pero que no se manifiesta como revanchista o se da a conocer como cabreado o
frustrado se convierte en una bomba de tiempo, silenciosa sí pero peligrosísima
para su entorno de familiares, amigos o compañeros. Su frustración y amargura
es tal que, como no la exterioriza, le empuja a ser desagradable e injusto con
los que toma como responsables de sus desgracias. Se convierte en una persona
despechada dispuesta a envenenar soltando hiel aunque de forma sutil, no
involucrándose y dejándose ver. Como no ha lugar a debate, no se le puede
ayudar a reconocer los verdaderos motivos de su resentimiento que,
posiblemente, radican en él mismo, en su propio fracaso, en su cobardía.
El rencor no es tan malo si se
reconoce y manifiesta con argumentación sobre su origen. Siempre he dicho “nunca
hables de alguien lo que no seas capaz de decírselo en la cara”. Los revanchistas
también son claros aunque, por ej. intenten dar la vuelta a la historia, no
pasa nada, están manifestando una opinión.
El resentido, con su amargura y
frustración, va alimentando en silencio un rencor que, casi sin darse cuenta,
transmite a lo largo del tiempo y de la convivencia a sus más allegados
pudiendo manifestarse en cualquier momento de la manera más insospechada e
inoportuna.
Es verdad que es preferible la
mala leche que el silencio de los corderos. Que el resentido saque su despecho,
que lo exteriorice y someta a discusión. Encontrará la verdad y será mucho,
mucho más feliz.
Pobre
gente el resentido silencioso.