domingo, 8 de julio de 2012

BARBARIE


En los últimos días (demasiados ya) estamos asistiendo a escenas de verdadera guerrilla urbana con motivo de la huelga minera. Decenas de detenidos y heridos, entre ellos muchos agentes de la autoridad y ya hasta niños.

Parece claro, todos los comentaristas así lo declaran, que las razones de la minería lo son de la sinrazón, posiblemente y en alguna medida promovida por los últimos gobiernos que han ido aplazando y dando largas a la aplicación de las medidas acordadas con el sector cara a su reconversión. El carbón ha dejado hace años de ser una fuente de energía alternativa para convertirse en un centro de coste total, subvencionado suficientemente para el mantenimiento de los miles de trabajadores que falsamente ocupa. Estas subvenciones, parece ser que no fueron correctamente aplicadas a la paulatina solución del problema (existe un calendario acordado de varios años próximo a cumplirse) y han llevado a una situación totalmente absurda: los demás trabajadores del País (ya en situación bastante precaria) pagan, fuera de las contribuciones generales establecidas, el salario a los trabajadores del carbón.

Volviendo al asunto principal de esta nota, la dosis de razón que, por pequeña que fuera, pudieran tener, ellos mismos se han descalificado y la han echado por tierra. ¿Cómo podría justificarse tal virulencia como protesta laboral? ¿Qué ha pasado con otros sectores mucho más numerosos y, al fin y al cabo con rentabilidad, como  el sector pesquero tanto de altura como de bajura, el olivar, las hortalizas, frutales, siderometalúrgica, cuota láctea y tantos y tantos otros desde nuestra entrada en la Comunidad Europea?

Son totalmente inadmisibles los actos de guerrilla y destrucción que nos enseñan desde Asturias. No es de recibo admitir, aceptar y mucho menos justificar (al margen de sus razones) que unos pocos mantengan secuestrados a unos muchos y a la propia convivencia de toda una región.

Aquellos que lo justifican, animan y hasta organizan deben ser puestos a disposición de los tribunales con toda la responsabilidad que les corresponda, sean alcaldes, partidos, sindicatos o cualquier otra agrupación o institución.

De esta barbarie . . . ya veremos qué.

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