En los últimos días (demasiados
ya) estamos asistiendo a escenas de verdadera guerrilla urbana con motivo de la
huelga minera. Decenas de detenidos y heridos, entre ellos muchos agentes de la
autoridad y ya hasta niños.
Parece claro, todos los
comentaristas así lo declaran, que las razones de la minería lo son de la
sinrazón, posiblemente y en alguna medida promovida por los últimos gobiernos
que han ido aplazando y dando largas a la aplicación de las medidas acordadas
con el sector cara a su reconversión. El carbón ha dejado hace años de ser una
fuente de energía alternativa para convertirse en un centro de coste total,
subvencionado suficientemente para el mantenimiento de los miles de
trabajadores que falsamente ocupa. Estas subvenciones, parece ser que no fueron
correctamente aplicadas a la paulatina solución del problema (existe un calendario
acordado de varios años próximo a cumplirse) y han llevado a una situación
totalmente absurda: los demás trabajadores del País (ya en situación bastante
precaria) pagan, fuera de las contribuciones generales establecidas, el salario
a los trabajadores del carbón.
Volviendo al asunto principal de
esta nota, la dosis de razón que, por pequeña que fuera, pudieran tener, ellos
mismos se han descalificado y la han echado por tierra. ¿Cómo podría
justificarse tal virulencia como protesta laboral? ¿Qué ha pasado con otros
sectores mucho más numerosos y, al fin y al cabo con rentabilidad, como el sector pesquero tanto de altura como de
bajura, el olivar, las hortalizas, frutales, siderometalúrgica, cuota láctea y
tantos y tantos otros desde nuestra entrada en la Comunidad Europea?
Son totalmente inadmisibles los
actos de guerrilla y destrucción que nos enseñan desde Asturias. No es de
recibo admitir, aceptar y mucho menos justificar (al margen de sus razones) que
unos pocos mantengan secuestrados a unos muchos y a la propia convivencia de
toda una región.
Aquellos que lo justifican,
animan y hasta organizan deben ser puestos a disposición de los tribunales con
toda la responsabilidad que les corresponda, sean alcaldes, partidos,
sindicatos o cualquier otra agrupación o institución.
De esta barbarie . . . ya veremos
qué.
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