El concepto que irrumpe en
nuestra sociedad en la década de los 90, aplicado casi exclusivamente sobre los
pasajes en avión, se ha ido extendiendo a otros sectores y prácticamente toda
actividad organizada hacia el ocio de los ciudadanos “disfruta” o “sufre” de
este tipo de oferta, promoción o como quiera denominársele según la
circunstancia o servicio.
Para mí, y lo digo de entrada, se
trata de una forma de venta, como menos, inmoral. ¿Es correcto que en un hotel se
encuentren, por ejemplo de veraneo, una familia con sus hijos que por unos días
ha tenido que pagar 5.000 € y en las habitaciones de al lado y con las mismas
circunstancias de personas y días solo le cueste 1.000 €? ¿Es equilibrado que
en un determinado vuelo viajes por 150 € y tu vecino de asiento haya pagado 25
€? Este segundo ejemplo es motivo de reclamo en el anuncio de tv ¡¡incluso el
negocio da para anunciarse!!
Creo que tales diferencias en
igualdad de condiciones, solo pueden tener dos lecturas: o se estafa al primero
o en su momento a alguno de los dos se le engaña, que a la postre es lo mismo. A mí me costado perder 360 € con viajes el
corte inglés.
Entiendo que las opiniones, en
aquellos que se pronuncien, estarán divididas, a favor y en contra, muchas
personas lo “disfrutan” como tantas otras lo “sufren” en su amor propio y en su
cartera.
En la actualidad, este tipo de
ofertas se ha multiplicado quizás al amparo de la crisis económica y
aprovechando que el tren pasa por Valladolid.
Existe en
la Ley de Comercio un apartado que explícitamente prohíbe vender por debajo del
coste los productos de alimentación y otros, siendo muchas las sanciones
impuestas a la distribución por su incumplimiento. ¿Existe o podría existir
algo parecido en todos los sectores? ¿Cuál es el precio justo de un servicio
que vende su 75% a 150 € y el 25% a 30 €? No es nada difícil controlarlo.
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