lunes, 27 de agosto de 2012

REFUGIO Y CONSUELO

 Hay un himno de los militares que cada vez que lo escucho me conmueve hasta lo más profundo de mis sentimientos y me consta que también le ocurre lo mismo a muchísimas personas. Se trata de “La muerte no es el final”, letra compuesta por un sacerdote español -según Wikipedia- al fallecimiento de su organista de 17 años. Posteriormente las fuerzas armadas de España lo adoptaron para el ceremonial en homenajes a los caídos.

Este efecto es por su letra, su contenido, su sentido del amor y del dolor que los seres humanos, por naturaleza, sufrimos y manifestamos cuando la muerte se hace noticia cercana.

La soledad tan inmensa y el dolor tan grande que sentimos con la falta definitiva de un ser querido, sea un familiar o un amigo o, incluso, un desconocido o una mascota. Sí, también una mascota, un perro, un gato o cualquier otro animalito de compañía alcanza fácilmente la categoría de “ser querido”, por la convivencia, los juegos, las confidencias que durante años puede estar soportándonos como el mejor de los amigos.

Como dice la canción, cuando la pena nos alcanza, cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza, necesitamos como nunca disponer de un sendero que nos ayude a encauzar nuestra desorientación y tristeza hacia un lugar, hacia una ilusión en donde situar al motivo de tan grande pena. No importa la religión o doctrina en que se base (al fin y al cabo todas las culturas han creído en un dios y han honrado a sus seres queridos), lo importante es conocer un camino que nos llevará finalmente al cielo, a una estrella, a una nube o a otros muchos lugares más en donde depositar nuestro dolor. Para todas las doctrinas es también válida la canción, cuando dice: con la certeza que Tú ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz.

Si disponemos de este refugio, encontraremos el consuelo que necesitamos. Sancho siempre estará en nuestro corazón y es en nuestro corazón en donde lo podemos encontrar siempre que queramos.

 
A mi hija y a mi nieta