Este efecto es por su letra, su
contenido, su sentido del amor y del dolor que los seres humanos, por
naturaleza, sufrimos y manifestamos cuando la muerte se hace noticia cercana.
La soledad tan inmensa y el dolor
tan grande que sentimos con la falta definitiva de un ser querido, sea un familiar
o un amigo o, incluso, un desconocido o una mascota. Sí, también una mascota,
un perro, un gato o cualquier otro animalito de compañía alcanza fácilmente la
categoría de “ser querido”, por la convivencia, los juegos, las confidencias
que durante años puede estar soportándonos como el mejor de los amigos.
Como dice la canción, cuando la pena nos alcanza, cuando el adiós
dolorido busca en la fe su esperanza, necesitamos como nunca disponer de un
sendero que nos ayude a encauzar nuestra desorientación y tristeza hacia un
lugar, hacia una ilusión en donde situar al motivo de tan grande pena. No
importa la religión o doctrina en que se base (al fin y al cabo todas las
culturas han creído en un dios y han honrado a sus seres queridos), lo
importante es conocer un camino que nos llevará finalmente al cielo, a una
estrella, a una nube o a otros muchos lugares más en donde depositar nuestro
dolor. Para todas las doctrinas es también válida la canción, cuando dice: con la certeza que Tú ya le has devuelto a
la vida, ya le has llevado a la luz.
Si disponemos de este refugio,
encontraremos el consuelo que necesitamos. Sancho siempre estará en nuestro
corazón y es en nuestro corazón en donde lo podemos encontrar siempre que
queramos.
A mi hija y a mi nieta