Si bien el claroscuro es una
técnica utilizada en la pintura y fotografía para resaltar ciertos elementos mediante
variados contrastes de luces y sombras, puede aplicarse también a los
comportamientos de los seres humanos. Creo que todos, al cien por cien, sin
excepción, estamos en posesión de claroscuros en algún pasaje a lo largo de
nuestra vida o incluso en las manifestaciones y comportamientos cotidianos con
nuestra familia, amigos o compañeros de trabajo.
Es muy habitual oír decir a las
personas que no se arrepienten de nada de lo que han hecho o dicho; esto es
cierto en términos muy generalistas, pero realmente muchas de nuestras
reacciones, decisiones o comportamientos serían modificados en el caso de
volver a producirse, aun manteniendo el mismo objetivo y el mismo sentido. Solo
en seres poco inteligentes podría entenderse no intentar mejorar alguna de
aquellas actuaciones anteriores modificando las formas y maneras utilizadas en
otro momento.
La forma de pensar que nos define
y las formas de manifestarnos sobre nuestros puntos de vista exigen -en mi
opinión- tener criterio (conocimiento de los asuntos con capacidad para
comprender y buen juicio para analizar) y coherencia (nuestros hechos y
palabras han de coincidir en lo básico) con firmes convicciones que
transmitiremos correctamente si procuramos tener empatía con los demás, es
decir, intentando ponernos en los zapatos del otro para mejor entender sus
emociones. El fruto lo recogeremos según los grados de simpatía o antipatía que
hayamos sido capaces de crear.
Si manejamos de forma natural
estos conceptos, sabremos cómo nuestras manifestaciones son tomadas por alguna
persona de los presentes –en un momento dado- o por un grupo en general. Si se
prestara atención a ello se evitarían malos momentos, discusiones y situaciones
violentas que, en definitiva, no son más que aquellos claroscuros a los que me
refería al principio. Cada uno de nosotros, ha de ser hábil observando el
desarrollo de una situación en la que se estén manifestando estas variaciones
de luz o contrastes para saber cuándo parar, cambiar el rumbo, y conceder y
respetar a los demás en sus puntos de vista siempre que exista criterio,
coherencia y empatía.
Esta virtud no abunda
precisamente en los tiempos que corren en los que todo está permitido para
trepar en lo social o profesional. Las zancadillas, codazos y pisar cabezas
están a la orden del día aunque finalmente el tiempo y la vida pone a cada uno
en su sitio. Lo triste son los destrozos que se han producido por el camino.
Hoy, con este comentario, no pretendo más que romper
una lanza en pro de las buenas maneras y del respeto, tanto a nivel particular
como colectivo.
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