martes, 6 de noviembre de 2012

SIN VERGÜENZA



La vergüenza es un sentimiento totalmente humano y natural; es un conocimiento en mayor o menor medida de una supuesta transgresión de las reglas que hayamos podido cometer y que, bajo nuestros principios, damos por hecho que supone una deshonra para nosotros, sobre todo si ha quedado al conocimiento y a la vista pública. También es cierto que hay muchos humanos que carecen de este sentimiento. A botepronto se amontonan los nombres de muchos de ellos.

La vergüenza, bien valorada en sus justos términos, ayuda a que nuestro comportamiento en sociedad transcurra dentro de unos cauces éticos y educados. Está bastante relacionado con el sentido del ridículo que, como sabemos, también luce por su ausencia en muchos personajes públicos.

Por ser, en definitiva, un sentimiento que forma parte de la sociedad, se convierte en un concepto-motivo para ser manejado y manipulado por los politiquillos de turno en aras de sus objetivos, integrándose en sus idearios y dogmas de partido.

En nuestra democracia, desde el año 1982, últimos treinta años, con 21 de gobiernos socialistas y 9 de los populares se han ido cambiando los conceptos de orgullo y los de vergüenza hasta límites increíbles. Unas veces de forma soterrada y sutil y otras de manera estentórea y hasta por la brava han trabajado para que lo más natural sea una vergüenza y lo que antes suponía falta de respeto o irracional ahora sea correcto y hasta “moderno”.

Hablar de la Patria, por ejemplo, ha pasado a ser de fascistas (término normalmente mal utilizado), nombrar España parece que se menta al diablo. ¿Por qué un español ha de sentir vergüenza si dice que es español? ¿Por qué hay vergüenza y hasta miedo de alardear de nuestra bandera, la española? ¿Cómo puede ocurrir y -lo que es peor- se puede permitir pitar (hasta con previo aviso) al himno nacional, himno de todos mal que les pese a algunos?

Ha habido unos personajes incultos, zafios y casposos que han convencido incluso a buena parte de nuestra juventud, que no han conocido los tiempos del franquismo, de que todo lo que no fueran sus proclamas (siempre revanchistas y dirigidas a cambiar la historia) era franquista y demás epítetos normalmente mal atribuidos.

Recientemente, en la pugna independentista (asunto que merece un comentario específico), uno de estos politiquillos ha dicho que si lo que buscaba su contrincante era la España, Una, Grande y Libre. Por supuesto lo refería con toda la carga de “memoria histórica” que he comentado. ¡¡¡Hay que ver, se acuerdan y nombran ellos más a Franco que los que fueron sus seguidores!!! Pues por supuesto, no debe producir ninguna sensación de vergüenza querer que España sea Una y no diecisiete o dividida por inconscientes interesados, que sea Grande, pues faltaría más, pobres de aquellos que aspiran a ser poca y pequeña cosa, y Libre, bueno esto es más complicado porque todos decimos que vivimos en un País libre pero con nuestras condiciones, no con las de los demás. El concepto de libertad también merecería un apartado monográfico pero claro que queremos una España Libre. ¡¡¡Una, Grande y Libre, si señor!!! Lo haya dicho antes quien lo haya dicho.

Se ha hecho una campaña descomunal contra la Iglesia Católica al mismo tiempo que se han invertido muchos millones en una “alianza de civilizaciones”. Ja. Es normal polemizar y defender el velo islamista en las escuelas pero condenando los crucifijos. Es normal oír palabras mal sonantes hasta por televisión  y avergonzarse de un “por favor” “gracias” “buenos días”. Será feo eso de “de puta madre”… y además lo celebran los muy estúpidos.
No tengamos vergüenza de mencionar aquellos símbolos y conceptos que son parte de nuestra esencia y sintámonos orgullosos de ser lo que somos. Estoy convencido de que somos lo que somos y no lo que decimos que somos.

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